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La Conferencia Mundial del Cobre de CRU

Daniel Malchuk, Presidente de Operaciones Minerales Américas
La Conferencia Mundial del Cobre de CRU, Santiago, Chile, 4 de abril de 2017

Buenos días, gracias por la invitación.

Es un placer estar en este salón con ustedes, los actores clave de la industria del cobre, y conversar acerca de nuestro futuro, un futuro que está en nuestras manos y que podemos empezar a forjar desde hoy.

Partamos con una recapitulación rápida sobre dónde estamos parados hoy como industria.

El diagnóstico es conocido: a nivel global enfrentamos crecientes desafíos en la industria del cobre; con leyes más bajas; mayor profundidad de los depósitos; mayor dureza del mineral; problemas de productividad laboral; mayores expectativas de gobiernos y comunidades. Todo eso es bien conocido y ha sido profusamente debatido en éste y otros foros.

No es necesario seguir hablando de los factores que nos han llevado a esta situación. Debemos, más bien, empezar a discutir sobre qué hacer para cambiar el futuro.

La tendencia de estos gráficos nos muestra claramente que si no somos proactivos, la industria chilena del cobre se verá impactada en su posicionamiento global los próximos 25 años, como resultado del deterioro natural de sus operaciones, lo que redundará en un menor atractivo para las inversiones en relación a otras jurisdicciones.

Y es que, como alguien me dijo una vez, ésta es una de las pocas industrias en las que uno se va a dormir y, cuando despierta al día siguiente, se encuentra con que la fuente principal de valor de su negocio es peor que la del día anterior.

La minería se ha puesto aún más desafiante, no sólo por razones técnicas sino también porque las condiciones externas son mucho más complejas. Pero la minería está esperando que nosotros la transformemos. Y de eso quiero hablarles esta mañana. Si bien muchos de los desafíos son aplicables a la industria minera a nivel global -considerando el lugar en el que estamos y la audiencia que nos acompaña- me voy a enfocar principalmente en Chile.

Estamos en el momento justo para iniciar la transformación de la industria chilena del cobre del próximo cuarto de siglo. Y si 25 años pareciera ser un período demasiado largo para ustedes, la realidad es que los beneficios que disfrutamos hoy como industria son el resultado de políticas y decisiones tomadas justamente hace 20 o 30 años.

El cambio no será fácil. Nuestros desafíos son enormes, por ejemplo en el área de relaciones laborales, como hemos visto en la reciente negociación colectiva de Minera Escondida. Pero no importa cuán difícil sea, lo cierto es que el cambio y la transformación son fundamentales para mantener vigente esta industria en el largo plazo. Como productores, no podemos eludir nuestra responsabilidad al respecto. Pero tampoco podemos hacerlo solos. Todos juntos, como industria, como país, debemos asumir esta tarea.

Antes de hablar acerca del desafío de transformar la industria, quiero invitarlos a revisar la historia, uno de mis temas favoritos.

En los años 60, Estados Unidos era el número uno en la industria del cobre a nivel mundial –tenía grandes depósitos, buenas leyes…. era una industria pujante.

Sin embargo, entre la década del 50 y comienzos de los 80 el panorama cambió debido a las mismas presiones que la industria chilena está enfrentando hoy: la ley declinó un 42% y su participación en la producción global cayó de 26 a 11%. El empleo del sector tuvo una caída de 37.000 a 13.000 personas. En 1982, Chile superó a los Estados Unidos y se convirtió en el productor número uno de cobre a nivel mundial.

Luego fuimos testigos de un punto de inflexión. Desde 1983 hasta el peak de 1997, vimos un incremento del 89% en la producción de cobre, a pesar de que la ley bajó un 10%. Estados Unidos pudo recuperarse y volver a producir el 20% del cobre mundial en a mediados de los 90. A pesar de que desde fines de los 90 la participación norteamericana siguió decayendo a un 8% de la producción global y la ley es más baja que nunca, esta industria ha sabido sobrevivir y hoy Estados Unidos continua siendo un actor importante en el escenario global.

¿Pero cuáles fueron las palancas de valor para lograr algo así? No fue el desarrollo de nuevos depósitos. Tampoco un alza significativa de precios, como podemos ver en este gráfico. Lo que hubo fue una gran dosis de auto-superación, empuje y visión de futuro que permitió aumentar la productividad y abordar los desafíos clave.

El principal propulsor asociado a este punto de inflexión fue la reducción de costos y el aumento de la productividad laboral debido a nuevas tecnologías. Durante los años 80, entre las iniciativas que redujeron los costos operacionales destacan el significativo aumento de capacidad del proceso de SX-EW, el mejoramiento de la planificación minera, la automatización de los sistemas de control y el aumento del tonelaje de los camiones.

Claramente, las condiciones para este punto de inflexión no aparecieron de la noche a la mañana –las bases del éxito se habían establecido veinte años atrás. A mediados de los 60, Estados Unidos se enfocó en estimular el crecimiento y los derechos civiles, generando el marco institucional para establecer alianzas público privadas que mejoraran la participación de las personas en su propio proceso de entrenamiento y desarrollo comunitario. Adicionalmente, el país experimentó un cambio fundamental al identificarse como una sociedad “high tech”- una generación entera se inspiró en la carrera espacial, sentando bases propicias para el desarrollo intelectual.

Es, entonces, el compromiso de la sociedad en su conjunto y un esfuerzo de décadas el que genera las condiciones para un aumento significativo en el desempeño, un cambio cuántico que conduce a una trasformación de toda la industria.

A lo mejor EEUU podría haber sobrevivido sin la minería, pero para Chile la minería es indispensable. Nosotros somos un país con minería y otro país muy distinto sin ella.

Entonces, la pregunta central que debemos hacernos es ¿dónde está hoy Chile si lo comparamos con la experiencia norteamericana?.  Actualmente Chile produce cerca del 30% del cobre mundial y la ley promedio es de 0,7%, ¿cómo responderemos a un desafío similar al que enfrentó Estados Unidos?.

La gran lección que podemos recoger de la experiencia norteamericana es que tenemos que ser proactivos y tomar en nuestras manos la tarea de transformar la industria. Sin embargo, ésta es una meta que excede a una sola compañía, incluye a todo el país Todos tenemos un rol que jugar en este enorme desafío.

Hay muchos factores que influyen pero quiero enfocarme en tres de ellos: 

  1. Fortalecer la efectividad de nuestra fuerza laboral y de nuestras comunidades, a través de alianzas público privadas enfocadas en el  desarrollo de capacidades.
  2. Dar un salto cuántico en nuestro desempeño, tanto en seguridad como en productividad mediante el uso de la tecnología.
  3. Por último, crear una cultura que promueva el alto desempeño, en la que inclusión y diversidad es uno de sus elementos fundamentales.

Alianzas público privadas

La primera palanca es mejorar la efectividad de nuestros trabajadores y otros actores clave, creando en ellos las capacidades que les permitan responder adecuadamente a los requerimientos del futuro y a los continuos retos de productividad a nivel mundial.

El sector público juega un rol crucial en este esfuerzo debido a que la política pública debe responder a nuevos estándares de desempeño de una manera distinta a como lo ha hecho en el pasado. Queremos y esperamos tener estándares de clase mundial para operar, pero esto debe venir acompañado de instituciones públicas sólidas que puedan cumplir su mandato a la velocidad y con la calidad que se requiere y que las regulaciones aspiran. Así podremos subir la vara para aumentar las capacidades de toda la industria.

Para ello es preciso forjar sólidas alianzas público privadas para materializar nuestros esfuerzos. La buena noticia es que ya tenemos ejemplos en esta área:

  • El Consejo de Competencias Mineras – un esfuerzo colaborativo para desarrollar y mejorar estándares de competencia.
  • Centros de entrenamiento como nuestro CEIM en Antofagasta, que entrega entrenamiento laboral de alta calidad, alineando las habilidades con las disciplinas que son más necesarias.
  • Alianza Valor Minero – que, en una de sus líneas de acción, busca generar un diálogo temprano con las comunidades, fortaleciendo sus capacidades para que trabajen en colaboración con la industria.

Estos ejemplos son la muestra concreta de que si trabajamos juntos podemos aumentar las capacidades de la industria en general y beneficiarnos todos.

Colaboración en Tecnología

Vamos ahora a la segunda palanca de valor. ¿Cómo alcanzamos un cambio significativo en la seguridad de nuestros trabajadores, alejándolos de tareas riesgosas, liberando el potencial de crecimiento, aumentando los volúmenes y la eficiencia más allá de lo que podemos imaginar?

Cuando miramos el futuro debemos pensar en el desempeño de la industria minera a nivel global. Los números son reveladores. A pesar de toda nuestra inversión e incremento en escala, la productividad laboral ha crecido anualmente solo en un 0,7 por ciento  en los últimos 50 años, mientras que las industrias manufacturera, y la de Información y Comunicación han alcanzado un crecimiento mucho mayor, de 2,2  y 4,4 por ciento respectivamente.

Pero ¿que tienen ellos en común con nosotros? Estas industrias crean tecnología como parte de un sistema colaborativo. El CEO de Amazon, Jeff Bezos, dice: “Si decides hacer sólo aquello que va a funcionar, vas a dejar miles de oportunidades sobre la mesa”.

Por supuesto, muchas de las tecnologías en las que estamos trabajando son exclusivas. Sin embargo, hay elementos de tecnología abierta en la que colaboramos, por ejemplo:

  • un protocolo abierto que permite operar en una lógica “plug and play”, en que  cualquier vehículo, independientemente de su fabricante, puede ser operado de manera autónoma, con beneficios casi infinitos en: seguridad, flexibilidad, trabajo remoto, optimización de los ciclos a lo largo del sistema, etc.
  • u otro proyecto asociado a monitoreo en línea de la estabilidad física y química de los relaves, para proporcionar visibilidad y construir así confianza con las comunidades.

BHP Billiton trabaja con Fundación Chile, Codelco, Antofagasta Minerals, Sernageomin, la DGA, el Ministerio de Minería, CORFO, universidades y, por supuesto, nuestras comunidades.

Cultura

La tercera palanca de valor  es la cultura. Una  cultura al servicio del desempeño, que impulsa el éxito, que  comprende los comportamientos cotidianos de nuestros trabajadores, lo que promovemos, lo que alentamos y desalentamos, lo que toleramos y que se traduce en métricas de desempeño concretas de seguridad y productividad.

Inclusión y diversidad es uno de los elementos de cultura.  Inclusión y diversidad es un creador, un motor de valor. La diversidad promueve la innovación y mejora el acceso al talento.

Como industria debemos avanzar mucho más para crear un ambiente inclusivo y atractivo para todas las personas, independiente de su género, nacionalidad, raza, segmento socioeconómico, orientación sexual y más allá de toda discapacidad o edad.

BHP Billiton ha comenzado este viaje comprometiéndose públicamente con el objetivo de alcanzar equidad de género en el año 2025 a nivel global. Esto requiere de un cambio fundamental en nuestras operaciones pero también en el entorno de la industria.

Está ampliamente demostrado que lugares de trabajo diversos promueven un mejor desempeño.

Hoy he querido enfocarme en tres palancas de valor que considero importantes para hacer un cambio en la industria. Palancas de valor que están más allá de las medidas tradicionales de productividad y que pueden acelerar el cambio que nuestra minería requiere.

Lo dije antes y lo repito ahora: no podemos hacer esto solos. Un esfuerzo así requiere del trabajo mancomunado de todos los actores de la industria. A nuestros trabajadores, a nuestras comunidades, a nuestros proveedores, a nuestros investigadores, nuestros reguladores, a quienes diseñan las políticas públicas y también a la sociedad civil en su conjunto, buscando que ella comprenda qué es lo que hacemos y por qué lo hacemos.

Cada una de estas tres palancas puede entregar valor a la minería. Pero, en el largo plazo, también crearán valor para la economía. Como señalé al principio, Chile es un país con minería y otro muy distinto sin ella. Asegurémonos entonces -y sumemos a otros actores fuera de nuestra industria- de hacer sustentable la minería en los próximos cien años.

Que tengamos éxito depende de que sepamos evaluar en forma objetiva dónde está la industria chilena del cobre hoy. Y de que miremos hacia dónde queremos llegar en el largo plazo. Históricamente hemos descansado en nuestra riqueza geológica y de cierta manera, ello ocultó la falta de progreso en otras áreas.

No podemos esperar que aquello que nos funcionó en el pasado funcione hoy. Debemos ser más decididos y osados para enfrentar juntos los próximos 25 o 100 años. Pensemos en grande. Pensemos juntos. La oportunidad para transformar la minería está aquí. Depende de nosotros.

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